Cuando las palabras tropiezan” – Una mirada personal a la tartamudez
Una mirada en relación a la tartamudez y sus efectos en las personas. Bajo las perspectiva de la teoría del Iceberg, solo vemos una parte del problema que suele ser mucho mayor.
REFLEXIONES
Mauricio González
6/26/20251 min read
A veces, en consulta, me encuentro con miradas que dicen más que las palabras. Miradas de frustración, de miedo, de vergüenza… especialmente cuando se trata de tartamudez.
La tartamudez no es solo un problema del habla. Es un mundo de sensaciones internas que muchas veces pasa desapercibido para quienes solo oyen las repeticiones o los bloqueos. Para quienes lo viven, cada conversación puede sentirse como una batalla: contra la ansiedad, contra el juicio, contra uno mismo.
He visto cómo niños dejan de levantar la mano en clase, aunque sepan la respuesta. Cómo adolescentes prefieren escribir mensajes antes que hablar por teléfono (aunque sean de la generación silenciosa). Cómo adultos evitan entrevistas de trabajo, presentaciones, reuniones… todo para no enfrentarse a ese momento donde las palabras no salen como deberían. Y eso duele. No solo porque limita, sino porque poco a poco puede ir apagando la confianza. Se van transformando en personas que realmente no son.
Pero también he visto otra cosa: coraje. El coraje de quienes, a pesar de todo, siguen intentando. Que aprenden a respirar, a tomar pausas, a reconciliarse con su voz. Que descubren que su valor no está en la fluidez, sino en la autenticidad con la que se expresan.
Como profesional que se ocupa de esto, me siento profundamente agradecido de poder acompañar ese proceso. Porque no se trata solo de “corregir” el habla, sino de sanar una relación: la que cada persona tiene con su manera de comunicarse. Y eso requiere tiempo, empatía, y sobre todo, escuchar más allá de las palabras.
Si tú, o alguien que conoces, vive con tartamudez, quiero que sepas esto: tu voz importa. Tu historia merece ser contada, con pausas, con tropiezos, con toda la humanidad que lleva dentro. Y estás lejos de estar solo.
Gracias por permitirme ser parte de ese camino.